Hartazgo saturnino ¡bendito seas!
Prometí hablar de Géminis en la entrada anterior y eso haré, pero antes me gustaría mencionar un área en la que me he sentí sumamente afectada, a propósito de esta astrología afectiva. Se trata de un ámbito de vida en el que perdía mi voz lentamente, y en el proceso, me perdía a mí. Me refiero a la trayectoria profesional en el mundo académico colombiano.

Resulta que hasta el semestre pasado sentía de manera intensa un hartazgo del escenario laboral en el que había transitado. Segura de que no soy la única persona que tiene esta sensación, lo conversé con personas cercanas con quienes estuve de acuerdo en que hay un contexto específico (Colombia) que ha limitado el espectro de posibilidades en casi todas las áreas, y en particular, en la humanística. Este afecto, esta incomodidad, me empujó a preguntar a los astros los motivos menos visibles para mí y ciertamente obtuve más respuestas.
La más contundente de las respuestas me la dio Saturno transitando por Piscis y regodeándose en mi Casa 10 desde 2023. Por cierto, amable lectora o lector, cuando hablamos de las casas en astrología nos referimos a las áreas o escenarios de vida. Cuando mencionamos los tránsitos nos referimos al movimiento de los astros en el cielo (si necesitas aprender más de este lenguaje, Internet te dará la respuesta o te puedo recomendar excelentes maestras). Pues bien, para más datos y para quienes entienden el lenguaje astrológico, mi Casa 10 tiene la cúspide en Acuario y termina en Piscis.
Saturno, el planeta del realismo puro, duro y crudo, te echa encima un baldado de agua fría según el área de la carta natal por donde esté de paso. Te da una cachetada para despertarte de un largo periodo de vagas ilusiones en tus áreas del amor, del trabajo, de las creencias, etc., etc., etc., según corresponda. Es un baño de realidad que te enseña acerca del compromiso, la disciplina y el tiempo que necesitas para hacer algo que realmente importa, y aún mejor, que realmente te importa a ti.
Por su parte, la Casa 10 es el área de vida relacionada con la mejor versión de ti, tal y como me ha ensañado mi maravillosa maestra de astrología esotérica para quien las definiciones de las casas son culturales y contextuales, así que lo que para Ptolomeo hace dos mil años significó matrimonio, por ejemplo, hoy puede significar vínculos diversos. Desde una visión muy histórica, antropológica y cuántica, mi maestra nos enseña que la astrología no es determinista ni geocéntrica sino antropocéntrica, es decir, depende de la perspectiva de la observadora y esa percepción siempre se puede transformar… Ahora bien, para la astrología más popular y moderna, la Casa 10 está muy relacionada con la vocación, la profesión, el estatus social, entre muchas cosas más. Es el área de mayor visibilidad, es decir, tu imagen pública. Su cúspide (el inicio de una casa en la carta natal) es lo que denominamos en astrología el Medio Cielo, el lugar más alto de la carta natal que nos habla de nuestro propósito.
Desde mi muy pequeña, situada y hasta ridícula experiencia humana, Saturno pasando por mi área profesional —si nos quedamos con la connotación más popular— ha despertado una gran desilusión. Desilusionada por moverme durante años en esferas laborales que solo trajeron descontento y obligaron a sostener extremos esfuerzos por propósitos que, al final, nunca me pertenecieron. Y aclaro, me refiero puntualmente a un conjunto de proyectos sociales y académicos financiados por universidades, fundaciones y empresas consultoras que se encargaban de contratar personas por cortos periodos de tiempo y con pagos muy cuestionables pero exigiendo los más altos estándares de calidad y excelencia. Mi formación es humanista así que la vida me posicionó en todo un campo profesional plagado de proyectos e iniciativas con intenciones muy “humanitarias”, y al mismo tiempo, con prácticas deshumanas con quienes teníamos que sostener en alto el espíritu humanitario. No es culpa de nadie haber permanecido por tanto tiempo en este escenario, más que de mis decisiones y ciertas circunstancias sociales que limitaron el espectro de posibilidades en el que podía moverme.
Al tomarme en serio a Saturno y rendirme a su afecto, me mostró cuán harta estaba de una dinámica laboral basada en proyectos de alcance bastante mediocre, aunque rimbombantes en sus promesas de cambiar el mundo, o por lo menos, el entorno en el que se ejecutaron. Debo decir que un buen puñado de tales iniciativas de “alcance social” por contrato son un saludo políticamente correcto a la bandera de la institución, entidad o empresa que los financia. Hasta dónde pude vislumbrar, no tienen mayor impacto más que el alimento del ego de quienes trabajamos en ellos o el diálogo endogámico del círculo de “expertos” en el tema. Sin mencionar el estrepitoso afán con el que se hacen para cumplir en tiempo récord las metas de políticas públicas, planes de desarrollo y todos esos instrumentos de mejoramiento institucional.
Me encontré a mí misma y amigas/os súper orgullosas/os de ganarse contratos y consultorías de corta duración que, una vez terminaban, nos ponían en serios aprietos económicos, familiares y emocionales mientras encuentrábamos un nuevo proyecto en el cual insertarnos. Todo ello a costa de nuestra salud, gozo, tranquilidad, tiempo, cuidado y más.
Recuerdo a un muy querido profesor de antropología, quien además de ser mi maestro fue mi jefe y co-autor en varios escritos. Él nos decía que nuestra generación, aquellas personas que nacimos entre los 80 y 90, vivía la vida por proyectos. ¿Cómo así? Sí, nuestros currículums ocupan más de diez páginas no porque tengamos la más increíble o expansiva experiencia laboral sino porque nos pasamos saltando de proyecto en proyecto tratando de mantener a flote una carrera profesional en un contexto social que minó casi todas las oportunidades de tener una sólida o por lo menos gratificante profesión.
A ello hay que sumar los modos por los cuales dichos proyectos captan profesionales para ejecutar tareas específicas. Transitando de proyecto en proyecto, me volví “experta” (palabra y condición más desagradable, odiosa y limitante) en múltiples temas que aprendía rápidamente para poder cumplir con las exigencias del proceso más que por un interés personal y genuino o tan siquiera por pasión. Lo peor era que ninguno de esos conocimientos llenaban mi alma, aunque sí el ego profesional. Siempre me pregunté cuál era el bienestar último en las poblaciones a las cuales iban dirigidos todos esos bien intencionados objetivos académicos. Podría decir que mínimo o nulo. La verdad es que sabía de muchos temas, hacía muchas cosas pero, como ser humana, no servía para nada. Sin olvidar que los resultados de los afanosos productos pasaban a archivarse y a sumarse a las páginas de mi curriculum.
Incluso, debo decirlo, en la jerarquía de saberes más egocéntrica heredada de generaciones anteriores, los millennials y quienes hemos transitado el agotador y oscuro tránsito de Plutón en Capricornio en los últimos 16 años, aún llevamos la carga de pensar que ciertos espacios laborales son más prestigiosos que otros, no importa cuánta sangre, sudor y lágrimas te expriman del cuerpo. Lo reconozco, me negué la oportunidad de insertarme en áreas profesionales que realmente me interesaron, para figurar en escenarios más “prestigiosos” y “honorables” para mis “colegas” académicos, como la investigación… pero a qué costo…

El punto al que quiero llegar es que, además de la circunstancia social de precariedad laboral a la que nos han conducido las políticas de este país, hay un aspecto personal que hizo sentirme incompetente, aunque no lo fuera. Saturno tiene la capacidad impresionante de manifestarse en una sensación de hartazgo cuando cruza el Medio Cielo de una carta natal y se instala en el área profesional de la persona cuya rueda zodiacal interpretamos. Y ese hartazgo pasa por sentir que lo que hace esa persona ya no tiene sentido, no es alcanzable o es realmente inútil.
Comencé entonces a notar que por más esfuerzo que pusiera en lo que hacía no era suficiente. Lo cierto es que ya no estaba interesada. Me parecían insulsas las peticiones de las coordinadores/as, sin claridad en algunos casos, poco prácticas en otros. Me parecía que volcar mi creatividad en textos, documentos, informes y artículos no tenía ningún propósito ni ayudaba a nadie, más que a quienes ganaban dinero y reputación con ello. Recuerdo que una vez me pagaron para escribirle un artículo a cinco académicos y funcionarios de una entidad muy prestigiosa y me pregunté por qué no lo escribían ellas y ellos mismos. Obvio, porque no contaban con el tiempo, el interés o la dedicación; necesitaban figurar con un urgencia en un producto académico. Ese es el resultado de las exigentes y ridículas políticas académicas nacionales e internacionales: la gente escribe como loca cualquier cosa solo para cumplir con rídiculas demandas profesionales.
Ese fue mi punto de vista mientras estuve inmersa en tales lógicas, pero no sabía que se trataba en realidad de un profundo hartazgo hasta que me di cuenta que escribía y escribía —y escribía mal— sobre lo que ya no me importaba o nunca me importó, y más preocupante aún, de aquello que no encendía mi corazón, o por decirlo en clave astrológica, que opacaba la luz de mi Sol en Cáncer. Y además estaba tratando de cumplir las expectativas de un círculo social al que le importa más que nada, no si una persona es afable, empática o intuitiva, sino escanear a una persona según la universidad en la que estudió, el número de carreras que tiene, y aún más importante, si logró terminar un doctorado. Aquí debo seguir siendo crudamente honesta para decir que esa fue la razón prinicipal de mi distancia de viejísimas amistades que antes de hablarme de una persona por sus más humanas cualidades, me decían su nombre, la universidad de la que venían y qué tan reconocida era. Me estaba perdiendo en este mundo de apariencias castradoras. Investigaba, leía, escribía, hablaba, exponía y trabajaba con temas que complacían mentirosamente a otros. Temas que satisfacían la agenda temática de turno institucional, nacional y hasta internacional. Mi Mercurio (planeta del aprendizaje, la mente y la comunicación) estaba desahuciado.
Sin embargo, Saturno no iba a dejar morir a mi Mercurio. El hartazgo comenzó a hacerse aún más audible cuando pasó a convertirse en desinterés. Dejé de correr ante los caprichos de superiores. Dejé de contestar mensajes en horas inadecuadas. Dejé de silenciar mis opiniones en tediosas reuniones que podrían haber sido correos electrónicos (como expresa un famoso meme). Saturno pasando por mi Casa 10 repartida entre Acuario y Piscis me fue mostrando que estaba atrapada en un mundo laboral/académico que además de ser limitante y absorbente, me sumergía lenta y dolorosamente en un escenario que mataba mis esperanzas, absorbía mi creatividad, me exigía lo que no quería dar y me empujaba a ser parte de una masa de personas contratadas pero infelices.
Por un momento creí que estaba condenada y arruinada a vivir una triste trayectoria profesional. En astrología tradicional Saturno es tomado como un planeta maléfico. ¿Cómo así? Sí, como un planeta que limita tus posibilidades, trae mala suerte y otras endemoniadas razones que lo ubican como una de las influencias astrales más condenatorias. Verás, la astrología humanista, psicológica y moderna por suerte ha reevaluado esta delgada interpretación mostrando que Saturno realmente quiere que analicemos tiempo, espacio y recursos para que materialicemos lo que imaginamos —con la maravillosa compañía de Neptuno, el soñador—. Lo hermoso de Saturno es que te recuerda tus potencialidades. Es uno de los planetas más benéficos porque nos quita el velo y nos muestra el camino. Jamás dice que no, al contrario, nos muestra cómo hacer realizables los sueños. En mi caso, Saturno me dijo algo así como: “bueno, pues, ¿quieres interlocutar con los astros?, ¿quieres escribir?, ¿quieres cuidar animales?, ¿quieres viajar?, ¿quieres tener tiempo?, entonces, ¿por qué haces tanto por tan poco?”. Y dispuesta a responderle, afectada por su insistencia, comencé a decidir.
Saturno te afecta porque rompe tus estructuras mentales, también físicas. Por muchos años sufrí de dolores de espalda. De hecho, comencé con estos dolores cuando me inserté en el mundo laboral luego de terminar una pesada maestría. Después me diagnosticaron escoliosis. No es casualidad que Saturno esté asociado a los huesos del cuerpo humano. No es casualidad que represente a las estructuras y que la columna vertebral sea una estructura que da soporte y equilibrio al cuerpo. La escoliosis es una desviación de la columna. En conclusión, mi columna se estaba desviando tal y como yo me desvié en el camino profesional.
El dolor de espalda desapareció cuando dejé de esforzarme por pretensiosas causas ajenas. Cuando me di cuenta que vale la pena y la gloria salir de un círculo social y reconocerme diferente. Cuando le di un lugar a mis propias expectativas en lugar de seguir las obsoletas reglas sociales. Cuando asumí que mi definición de éxito no encaja con la definición de éxito de mi entorno. Cuando comencé a sentir en lugar de racionalizarlo todo a expensas de satisfacer las urgencias, competencias y egos de otros, incluido el mío. Cuando dejé de priorizar otras voces sobre mi voz. Cuando no quise ser “experta” en algo, solo ser.
No significa que no esté agradecida con oportunidades, personas, experiencias de ese desviado camino profesional. Admiro y recuerdo con cariño algunxs jefes y colegas. Finalmente, moldearon una parte de lo que soy para romper, precisamente, ese molde. Hay gente hermosa que celebra el cambio contigo, hay gente que se distancia porque no soporta el cambio. Hay gente que se va, hay gente que vuelve, gente que cree, gente incrédula. Lo precioso es dejar que te afecten y, sin pensarlo demasiado, permitirte cambiar mientras te afectan. También dejar que otros seres o entidades te afecten, como lo han hecho los astros conmigo. Interlocutar con los astros es lo que visibilizó e intensificó el hartazgo.
Por supuesto esta fue una oda a Saturno. El hartazgo fue la manera en que me afectó este poderoso planeta y se lo agradezco profundamente. Sí, es cierto que hay sacrificios, renuncias y limitaciones mientras Saturno te afecta sin piedad, pero no porque no quiera que salgas de ese atolladero, al contrario, porque quiere que salgas y seas quien realmente eres. Es un maestro bastante estricto que no quiere que vivas en la mediocridad social para la que nos domesticaron. No es fácil pero confío en que lo que decida hacer de ahora en adelante traiga ilusión, satisfacción y entrega a largo plazo, como lo quisiera desde el cielo el sabio Saturno.

Adenda: trabajo con astros, animales y medio ambiente, no sabía que esta combinación me causaría tanta plenitud. Mi Luna en Acuario se satisface.
4 Comentarios
Ricardo
Hola
queria preguntar si usted escribio el libro. La ciudad sin Murallas? Me puede brevemente explicar de que se trata? lo encontre en la casa de libro en espana, pero esta en rpeventa no explican de que se trata? Gracias Saludos Ricardo. Un Peruano que vive en Nueva Zelanda
Adriana Rodríguez
Simplemente Hermoso e identificable con todos.
Eres Tu realmente viva enseñando lo que nos cuesta reconocer por temor a mostrar la verdad disque.. humana
Gracias Gracias Gracias a DIOS el UNIVERSO INFINITO existen Seres de Luz como Tú que muestran que si podemos ser libres para sentir vivir expresar y dejar de lado los mal hábitos aprendidos que ahora podemos transformar positivamente
Ingrid Carolina Pabón
Muy bello.
Tatiana Herrera Rodríguez
Gracias querida Caro, que ahora tejamos textos…